
Estaba muy ilusionada con su último regalo. Casi toda su vida lo había esperado y cuando había perdido toda esperanza de conseguirlo un desconocido se acercó y lo puso en sus manos.
Lo aceptó de buen grado, era una colección de nubes, sueños e ilusiones. Se apresuró a guardarlo en ese cajón donde guardaba toda su vida pero surgió un problema, estaba lleno y no cabía nada más.
El regalo era ligero, no ocupaba mucho espacio pero por más que lo intentaba no entraba. Probó a ponerlo encima de todo, al lado... nada, no había manera. Entonces decidió vaciar el cajón para que hubiera el espacio suficiente e incluso que sobrara, tomó el cajón entre sus manos y tiró pero... era demasiado pesado, no podía con el. La mayoría de lo que allí había guardado eran piedras.
Se sentó en el suelo durante un buen rato y pensó como arreglar aquello, entonces vio la solución, era muy sencilla. Con tranquilidad fue quitando una a una las piedras del cajón. Las más feas fueron directamente a la basura y otras, para su sorpresa, eran bonitas. De estas últimas unas se quedaron en el cajón y otras fueron repartidas por toda su casa. Si hubiera podido tirar el cajón entero se habrían perdido también éstas.
Y así el cajón tuvo sitio para guardar su regalo, hasta sobraba para futuros regalos que estaba segura no tardarían el llegar.
Eduardo