
... Ya no había cuesta, la calle era llana y se acercaron al muro bajo. Al otro lado del muro un desfiladero y al fondo, encajonado el río. Desde alli cuenta una vieja leyenda ponían fin a su sufrimiento los amantes despechados.
Los dos miraban el lento y tranquilo fluir del agua, seguian mirandose de reojo. El, buen conocedor de todos los rincones de aquella ciudad contó la leyenda.
Ella, como toda la noche, guardo un prolongado silencio antes de hablar y un brillo extraño apareció en sus ojos.
-¿Y desde donde se arrojan los que jamás han sido amantes?
...
-Oye, no estarás pensando lo que creo que estás pensando.
-¿Por qué no? - Al mismo tiempo con un agil salto se encarmó sobre el muro.
El se alarmo, pero frenó en su impulso de ir hacia ella. La situación era bastante delicada, cualquier movimiento desafortunado haría que ella cayera.
-¿A que viene esto? Vale, ya has conseguido asustarme. Baja ya de ahí.
- Creo que seía lo mejor - Ella mientras hablaba miraba hacia el vacío como hipnotizada por la altura. - Si salto ahora no creo que haya mucha gente que me eche de menos... nadie me echará de menos.
-¿Es esa la solución según tu criterio? Quizá deberías entonces procurar hacerte notar entre la gente. ¿Has intentado escuchar alguna vez? No pienses en quien te echará de menos, piensa mejor a quien echarías de menos tú. Sal de tu mundo, hay mucha gente ahí fuera. Sólo es cuestión de mirar y descubrirla.
Ni el mismo se creía el pequeño discursito hasta que se dio cuenta que no hablaba para la extraña mujer... se estaba hablando a si mismo. Un nuevo silencio se hizo entre ambos, Ella bajó de muro y sin mirar atras se perdió entre las calles con las luces del alba.
El, se quedó mirando por encima de muro hacia es rio y se hizo la pregunta... ¿Y de mi? ¿Se acordaría alguien? Mientras... el borracho seguía cantando...
Eduardo