
Firme en su propósito se hizo presente en las obras de la pirámide, ordenó que todo el mundo saliera fuera. Quería comprobar con sus propios ojos el estado de la que sería su puerta hacia su lugar en el cielo. Despidió incluso a sus arquitectos, sólo eran una pandilla de aduladores sin ningún cerebro, el seguro que podría hacerlo mejor, pero era el faraón, jamás ensuciaría sus manos con tareas mundanas, el era un dios.
Pero siempre ocurre algo inesperado, cuando caminaba por el corredor en dirección a la cámara funeraria un puntal de madera cedió provocando un derrumbe. Maldiciendo aun más a todos los incompetentes que allí habían trabajado comenzó a quitar piedras con sus manos.Al principio era una tarea fácil, ahora entendía menos como iban tan lentos. Pero a medida que pasaba el tiempo el cuerpo se cansaba, las manos se llenaban de cortes y heridas y las piedras pesaban más, mucho más. Se sentía mal, sus ropas desgajadas y llenas de polvo, sus piernas parecían no obedecer y su vista se nublaba.
Una luz de entendimiento se abrió paso a través de su mente. El trabajo era duro, agotador. Quizá si los esclavos estuvieran mejor alimentados la obra iría más deprisa. Mejor si los dejaba libres y los contrataba como trabajadores a sueldo, si eso sería estupendo. Como hombres libres y con dinero propio seguro que estaría más motivados que con los latigazos. Cambiaría todo.
Ese fue su último pensamiento antes de caer desfallecido intentando levantar una piedra más pesada todavía. Cuando despertó estaba cómodamente tendido en su cama, auxiliado por media docena de médicos y toda su ayuda de cámara. Entonces montó en cólera. ¡Ha sido por culpa de tanto inútil! Gritó e hizo ejecutar a la mitad de los esclavos y todos los capataces.
Como cambia nuestra perspectiva depende de donde nos encontremos y...
Que poca memoria...
Eduardo