
El camarero estaba malhumorado, tenía la esperanza de cerrar pronto. Pero esa extraña pareja sentada en la mesa y los dos borrachos habituales impedían hacerlo. De todas formas echó el cierre, no fuera que entraran más.
Ella por fin abrió la boca. Por un momento parecía que las palabras sonaran mudas. Preguntó.
- ¿Me ves guapa?
- Si, bastante por cierto. Contestó el, no esperaba esa pregunta.
- Y seguro que por eso piensas que no tengo cerebro.
-Todavía no te conozco lo suficiente para poder afirmar tal cosa. Pero el silencio antes de contestar fue incómodo y delator.
-Es la historia de mi vida, no puedes tener un bonito rostro, un cuerpo atractivo y ser medianamente inteligente.
La conversación tomó un rumbo inesperado y francamente él no estaba preparado para afirmar un juicio de tal valor. Pero la mujer había formulado uno de los enunciados más manidos de la humanidad: Un juicio apresurado a partir de una apariencia concreta.
En el bar el frío iba aumentando. Buen truco, quitar la calefacción para echar a la clientela. Pagaron la cuenta, volvieron a salir a la calle y empezaron a andar a la derecha, era cuesta abajo, era la decisión más normal cuando los cuerpos estaban cansados. Caminaban en silencio, mirando de reojo uno al otro…
...Continuará...
Eduardo